----- Cuando decidí marcharme de Cuba era miembro del Consejo Ejecutivo del Partido Solidaridad Democrática que en aquella época dirigía Elizardo Sampedro Marín y su Vice-Presidente Hector Palacios Ruiz, tenía una sentencia por cumplir de tres años de privación de libertad por el " delito " de Propaganda Enemiga y debía entrar en prisión alrededor del mes de noviembre de ese año de 1994. Por tanto decidí marcharme, ya no me quedaba mucho por hacer y si un camino muy dificil en el cual mi salud se vería seriamente afectada por antiguos problemas renales.
-----Dos veces intenté irme de Cuba, la primera vez el 23 de agosto de 1994 junto a un amigo del barrio del Cerro, David, él era campeón de kajac y canoa, yo un neófito total en las artes natatorias, me sostenía un poco en el agua y daba mis brazadas, pero lo que se dice nadar, nada. Entre los dos construimos con mil trabajos un extraño artefacto, más feo que el Presidente Menem cuando sonríe y en una camioneta lo llevamos a una playita cercana a Tarará y allí " botamos " la embarcación y nos dimos el primer y único " embarque " de la temporada. Salimos alrededor de las 10 am y para sorpresa nuestra el artilugio navegaba bastante bién y obedecía ciegamente nuestros comandos a punta de remos, esto nos tranquilizó mucho y comenzamos a buén paso nuestro despegue de las costas cubanas, rodeados de más de una decena de otras balsas, todos con la brújula al norte y la esperanza en ristre.
----- Un mal sabor nos dejó la vista de las costas de Cuba, casi al alcance de la mano luego de mas de siete horas de remo sin parar y nos dio la perfecta idea de cuanto esfuerzo costaría esta travesía, si empleando siete horas de remo sin parar, bajo el sol, sin descanso ni tomar agua, aun teníamos en lontananza las playas cubanas, nos imaginamos pués cuanto más no faltaría para tocar tierra americana, nos miramos, no dijimos nada y tratamos de remar más fuerte. Cerca de las 7 pm se nos acercó una patrullera cubana, una griffing, como se le conocía en Cuba y sus marinos nos dijeron que exactamente desde norte venía una tormenta bastante fuerte y que esa era la hora de abortar la salida y regresar a tierra, nosotros viendo un cielo azul y una calma chicha no les creímos y decidimos seguir el camino, ellos nos volvierona advertir que no volverían a pasar por nosotros y que estábamos a riesgo y por nuestra cuenta. Y era verdad coño !.
Unas nubes negras cerraron el horizonte, el viento se agitó y se hizo frío como el que sale de una nevera cuando la abres, miramos al sur y desde allá también venían nubes iguales de amenazantes; mi amigo dijo algo de regresar a lo que yo le contesté: --David, si hasta este punto hemos remado por casi 10 horas, ¿ cuántas tu crees que nos tome regresar ?, así que nos preparamos para lo que nos venía encima, amarramos lo mejor que pudimos el agua y la comida y nos amarramos nosotros a la rústica balsa que gracias a Dios no la construimos con gomas inflables ( como es la costumbre ), sinó con espuma de goma y tablas, al menos no existía la menor posibilidad de que nos hundiéramos en la Corriente del Golfo. El mar se agitó como por arte de magia, las olas se convirtieron en una pesadilla y estalló la tormenta con toda su furia sobre nuestras cabezas, con horror veíamos como gruesos rayos chocaban contra la mar y sabíamos que éramos muy buenos candidatos a recibir uno ó varios, frío, un frío tremendo y el mar hervía a nuestro alrededor, era totalmente imposible meter un remo en el agua por lo que decidimos guardarlos y amarrarlos, así nos quedamos a completa merced de los elementos, esperando lo peor. Cerca de las 12 de la noche un nudo nos subió a la garganta cuando oímos explotar las seis cámaras de una balsa que desde que salimos estaba cerca de nosotros y hasta habíamos hablado con ellos, dos muchachas y cuatro muchachos, en medio del fragor del mar y los truenos escuchamos los gritos desesperados de esos desdichados, luego; nada; la tormenta continuaba tremenda y despiadada, era una película de terror y lo más jodido de todo es que era realidad y nosotros los protagonistas. El mar se alzaba en murallas de agua semejante a edificios y se nos volcaba encima, increiblemente volvíamos a salir y flotar esta vez en la cresta de la ola, viendo aterrados, debajo nuestro un precipicio, deslizándonos a una velocidad tremenda por el lomo de la gigantesca ola, sabíamos que esas serían nuestras últimas horas e increiblemente, ni mi amigo David ni yo tuvimos miedo, era una resignación, un letargo, un estado mental donde te preparas a entrar en la eternidad sin mucho pataleo, lo más dignamente posible y comienzas a ver la tormenta y toda esa locura de la naturaleza como en una película, como si tu no estuvieras allí. Cerca de las 2 am un potente haz de luz nos devolvió a la realidad y nos dimos cuenta que un barco venía por nosotros, una " griffing " cubana rompía el mar y se nos acercaba a toda velocidad.
-----Luego de una peligrosa maniobra, donde alguna vez estábamos encima de la lancha guardacostas encaramados en una ola o era la guardacostas cubana la que parecía un monumento de metal encima de nosotros en la misma situación, nos rescataron; traían cámaras de TV con la que filmaron el rescate, leche, pan, chocolate y un montón de cosas más que mi amigo y yo nos miramos dándonos cuenta que era evidente que formábamos sin querer el elemento de una película de propaganda, ya que lo común era que te dieran dos patadas en las nalgas y no un vaso de leche con chocolate, que por cierto, con el estómago revuelto no había quién lo comiera. Así partimos a Jaimanitas pero una hora después uno de los balseros rescatados vio algo en el mar, dio la voz de alarma y se comenzó el rescate de la supuesta víctima que resultó ser un niño de unos 9 ó 10 años, flotando, casi sin conocimiento, todo mordido por pequeños peces, lívido y semi congelado, que en un letargo describía como sus padres habían muerto durante la tormenta y también unos amigos, él se había salvado por llevar el chaleco que su papá no quiso usar para dárselo.
-----Entonces la patrullera cambió el rumbo a La Habana, llamaron una ambulancia y nos advirtieron que nos sujetaramos bién, que aquello iba a volar, y así fué, La Habana parecía que volaba a nuestro encuentro y recuerdo entrar por la Bahía de La Habana a la velocidad de un cohete, sentado en la proa de aquella Griffing que nos salvó la vida. De allí nos dijeron que nos fuéramos al carajo que el viaje ya se había terminado. La segunda y exitosa salida se las cuento en el próximo capítulo.